“Multipliquemos los jardines sanadores por toda la ciudad”

Alejandra Vargas es ingeniera agrónoma de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magister en Asentamientos Humanos y Medio Ambiente. También es parte del directorio de Fundación Inspira y la líder del proyecto del jardín sanador en la Posta Central. El belloto del norte es su árbol favorito y la flor del chagual su regalona. Se queda con la primavera como estación y está siempre acompañada de música porque es bajista y toca hace seis años en «La Secta» una banda de rock (@lasecta_banda). Con hijos de 20, 18 y 12, divide su tiempo entre amores diversos, entre los cuales la naturaleza ocupa un lugar central.

¿Qué es para ti la naturaleza?

Es fuente de inspiración y considero que todas las respuestas están ahí. Me motiva muchísimo profundizar en esa relación. El otro día en una charla, a mi hija que está en cuarto medio le decían “están en la flor de la vida” y le expliqué lo poderoso de esa afirmación, porque la planta hace un ejercicio supremo para generar una flor, pero lo más importante es que no todo termina ahí: para que siga la vida luego tiene que dar fruto y generar semillas.

Estamos llenos de similitudes, somos parte de la naturaleza…

Sí, con todo lo maravilloso y lo terrible. Me parece muy limitante la mirada utilitaria que predomina de la naturaleza. Tal árbol para que entregue sombra, tal planta para que me dé flor y ni hablar de las podas espantosas que reflejan una concepción de la naturaleza como si fuera una cosa inerte al servicio de los humanos.

¿Cómo entiendes la invitación a aprender de la naturaleza?

Tenemos que enverdecer nuestras vidas para vivir mejor. Eso tiene muchas implicancias, pero una es aprender de las plantas que nos rodean. Particularmente, las plantas nativas nos ofrecen grandes oportunidades, porque tienen especificidades que si logramos domesticarlas serán un aporte fundamental a la vida en las ciudades.

¿Domesticar las plantas? Me recuerda la historia de El Principito y el zorro…

Necesitamos conocerlas y luego domesticarlas para acomodarlas a la vida en la ciudad. Somos principalmente urbanos y debemos desarrollar un manejo no invasivo para que se puedan desarrollar junto a nosotros. Tenemos un proyecto de experimentación en Talagante y, por ejemplo, el matico y el romerillo con sistemas de manejo logran ser plantas maravillosas para aportar a la riqueza de los jardines.

¿Cómo entra en ese diagnóstico el cambio climático?

Es desafío y oportunidad. La gran tarea que tenemos las personas urbanas es volver a conectarnos con la naturaleza, estamos desligadas. Ahora mucha gente está sacando el pasto y poniendo piedras, siendo que lo que necesitamos es conservar la humedad. Soluciones parciales y mecánicas no van a resolver el problema de la sequía.

¿Qué lugar ocupan los jardines sanadores en esta ecuación?

Los jardines sanadores son la consolidación de todos los beneficios que entrega la naturaleza, pero creados con el propósito de contribuir a la salud. La naturaleza siempre sana, pero un jardín creado como sanador responde a una técnica específica creada en Inglaterra y que posibilita espacios que estimulan los cinco sentidos y la relajación, imprescindible para aportar a estados de bienestar. En este método hay un saber científico aplicado que asegura, por ejemplo, distintas floraciones durante el año, estimulación de diversos colores y que los aromas fluyan entre las distintas zonas.

¿Cómo surge la idea de crear un jardín sanador para la Posta Central?

Ese jardín nace con la pandemia. En el 2020 nos llega a la Fundación Inspira el pedido y la necesidad de generar un espacio para acoger y agradecer a los equipos médicos que estaban tan exigidos. Fuimos a visitar el lugar y el personal de salud estaba en las veredas descansando. Ahí fue el comienzo. Luego vino una cadena virtuosa de aportes de seguidores de la fundación, de exalumnos de la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica y un fondo de la Presidencia, que nos permitieron concretar el jardín. El contexto de pandemia lo hizo particularmente difícil, porque los accesos estaban restringidos y era necesario hacerlo rápido para que cumpliera su objetivo. Pero se cumplió y dos años después lo vamos a inaugurar.

¿Qué sientes con haber liderado la concreción de este jardín?

Es mi granito de arena… o mejor decir ¡mi semilla al universo! Soy una mujer religiosa y me siento un instrumento de Dios, por lo tanto, me alegra ver cómo se dio todo lo que hizo posible que este proyecto se concretara. Todo resultó fácil y hoy hay que celebrar el resultado, para avanzar con los nuevos proyectos. A veces me asomo por la reja de la calle Portugal y veo el jardín creciendo bien.

La Fundación Inspira cumple 10 años ¿hacia dónde te gustaría seguir avanzando en la próxima década?

Me interesa especialmente la dimensión científica de lo que hacemos al crear jardines sanadores. Necesitamos cada vez más datos duros que nos permitan construir políticas públicas que construyan un camino armónico de relación con la naturaleza. Un jardín sanador no es solo belleza que, por supuesto es clave, también hay toda una estrategia de diseñar multicapas vegetales, de relación con un cierto tipo de fauna, de un equilibrio entre lo nativo y lo foráneo y muchas otras cosas.

Cómo directora ¿qué le dirías a los y las voluntarios de Fundación Inspira?

Primero agradecerles por su ayuda. Lo segundo sería una invitación a que repliquen jardines en sus casas, en la casa de sus amigos o en la de personas que necesitan y que no necesariamente están en los hospitales. Multipliquemos los jardines sanadores en infinitos microespacios de la ciudad, esos encuentros con la naturaleza nos harán bien a todos.


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